La cultura, resultado total y totalizante de cada uno a nivel
individual y conjunto integral de creaciones humanas que conforman su mundo
espiritual y propiamente humano constituye una realidad objetivable que se
contrapone en principio como “espíritu objetivo” con independencia del hombre.
El hombre moderno, busca la síntesis de los dos. Busca la
verdad en la realidad misma y el renacer de la razón empírica que lleva al
hombre en sí a buscar nuevas razones. El mundo moderno acepta la tradición
clásica y hereda con recelo la cultura medieval. Aunque la pretendida ruptura
que se intentaba conseguir entre la edad media y el renacimiento no fue otra
cosa que la continuidad en los siglo XIV y XV de ambos periodos. El influjo
saludable de la antigüedad se percibe como la nueva afirmación de la dignidad
del hombre; el Renacimiento asimila valores culturales incrustados en la vida
del hombre medieval aunque con otras perspectivas y marcos contextuales. La
concepción teológica del hombre es la escolástica, no solo cristiana y
humanista del Renacimiento. Por diferentes que parezcan no implican ruptura
aunque muchos autores del Renacimiento tachan a la edad media como una era sin
originalidad, ni creatividad, además de obscurantismo entre lo mágico y lo
críptico. Otros, en cambio vieron lo valioso que el medievo encerraba.
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En cuanto a la fe en el hombre y el
humanismo antropocéntrico;
el nominalismo de la
última escolástica exigía formular nuevas perspectivas estructurales de la
realidad individual y social; hay un intento por desvanecer lo universal tachándolo
de abstracto para convertirlo en individual y concreto. Ya que estaba más cerca
así de conocer al hombre.
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La realidad cultural;
Refuerza la confianza del hombre en sí mismo y en las
verdades que constituyen el credo humanista. Es el resultado de fenómenos de
orden económico, técnico, científico, político, religioso y artístico que
acontecen en el siglo XV y XVI.
Respecto a la economía,
los albores del siglo XV coinciden en que era una sociedad de mercado
fundamentada en una estructura burguesa que sustituye al sistema feudal por un
nuevo orden social referido al cambio de condiciones económicas. Las relaciones
comerciales se fueron incrementando y eran cada vez más extensas e intensas, se
crearon sociedades mercantiles que tienen como fin la rentabilidad y la
competitividad. Con el mercantilismo, la moneda alcanza un papel primordial en
las transacciones y con ella aparecen familias de banqueros que influirán en la
vida social y política. La industria se encuentra arrinconada por las
sociedades mercantiles y por la banca, que proveen materias primas a artesanos
y particulares. La agricultura tiene un auge debido a la innovación y a la demanda creciente. Por último, la
concepción burguesa de la vida se va perfilando con trazos precisos y con perspectivas
de futuro.
La política: la estructura formal de
desmorona ante la evolución
socio-económica iniciada ya en el seno de la Edad Media y por la necesidad de
cambio que había en la sociedad. Pero no es hasta el Renacimiento cuando hay un
cambio radical a la hora de poner un estado jurídico organizado y un poder
político que aglutine en cada pueblo en una patria común, un estado jurídicamente organizado y que
garantice libertad constitucional para todos.
Filosofía; se hacen nuevas críticas de las lecturas
de los filósofos, se ponen de moda las teorías platónicas , aristotélicas..
Religión; al igual que en la filosofía de
buscar los textos sagrados, en la religión son impulsados a buscar testimonios
reales de la Cristiandad, ya que el saber teológico escolástico es una
magnífica obra de la edad media para ellos. Por ejemplo el templo no puede
compararse con el hombre, ya que la casa de Dios dacilitaba los caminos de
misticismo y de interioridad. Con ello pretenden dar respuesta al saber vital y
ético del hombre. Dios ha hecho al hombre depositario de una moral basada en el
amor y en la dignidad humana. Sin embargo, la “humanización” de lo divino está
acorde con el sentir cristiano, era un proceso más de la desteologización que
constituyó la línea directriz de una concepción humanista de lo religioso. Se
creía en lo religioso no como algo en que creer sino como principio de
actuación; es decir, como ethos. A esto ayudó el contacto con otras religiones
que eran distintas pero todos los credos hablaban de Dios que se había
manifestado en los hombres en lenguajes distintos.
La desconfianza del propio hombre moderno le lleva al
reencuentro con Dios para poder encontrar su camino, lo que le hace volver a lo
religioso. El humanismo cristiano aparece como exigencia del hombre <<res
cogitans>>.
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